La tortura en esta ocasión será lenta, suave y delicada, casi como una ceremonia, de tal suerte que la víctima no se de cuenta, que no lo note, que no lo vea.
Primero, habrá que otorgarle un bienestar inmenso, largo y profundo, que por un momento crea que todos los dolores se fueron para no volver jamás.
Hay que dejar que haga lo que más le guste, eso es lo más importante, deberá creer que existe una salida, que no todo esta perdido, que vale la pena hacer un esfuerzo.
Tendrá, luego, que conocer el amor, así entonces sentirá que no sólo su búsqueda habrá terminado, sino que todo el destino confabula para que sea feliz.
Otórgale un motivo, una razón, dale días maravillosos, viajes reveladores, déjalo que hable con gente sabia, sentirá que se acerca a la verdad.
Ahora, poco a poco y sin prisas, quítale la única forma que tenía de expresarse, si es la música, entorpece sus oídos, si es la danza, quita destreza en el cuerpo, si es la escritura, quita cerebro a sus dedos... Como se sentirá dichoso, no notará que le habrás quitado el don que alguna vez lo salvó de la agonía.
Después de eso, empieza a alejarlo de sus amigos, uno a uno, sin remordimientos, haz que pierda el contacto, que pierda de vista la razón que alimentaba su amistad, haz que sienta desden por todos y que ellos, se olviden de él. Aíslalo, que nadie a su alrededor sepa nada de él, que su familia no lo reconozca si lo vuelve a ver, mantenlo, cautelosamente, alejado del mundo. En un principio, no lo notará, estará tan feliz y cómodo en su situación que no le importará la soledad.
Se paciente, un día, sin darse cuenta, despertará y se sabrá solo. Hasta entonces, notará, que fue víctima de su propio egoísmo, que su felicidad lo condujo a un callejón, donde ni su propio don lo podrá salvar... la tortura habrá empezado, el dolor será implacable.