Sobre relatos, cuentos e historias

Espacio dedicado a los textos que le han ayudado a la autora a hacer más leve el tiempo de la vida, el cual suele ser muy largo. Esperando que algún incauto perdido de la red llegue a estas líneas y alimente su ocio,y si hay suerte, quizá hasta le comuniquen algo

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Nombre: Arenita
Ubicación: México, D.F., Mexico

Maestra en Artes Visuales con orientación en Diseño y Comunicación Visual y Lic. en Diseño y Comunicación Visual, por la ENAP/UNAM. Diseñadora gráfica que desde hace años trabaja usando sólo Software Libre en su trabajo profesional. Labora en el sector cultural, social y educativo.

sábado, noviembre 11, 2006

Para Olimpia

Este cuento fue escrito en la sala de un hospital, una espera larga y triste donde la noticia de la muerte suena mas a alivio que a dolor.... por no ver sufrir más a una amiga de ya muchos dias enferma.

El primer tratamiento de la historia fue escrito en una servilleta, (en varias a decir verdad) con las limitaciones que este medio implica. La segunda y última modificación que Olimpia ya no alcanzó a leer es ésta que presento ahora bajo licencia CC...



PARA OLIMPIA

I

-Mira Lolita, las nubes bajaron a la tierra para que las tocáramos, nada más que tienes que ponerte el abrigo para que puedas salir- Le dijo Rosa a su hermana menor para convencerla de taparse mientras veían la neblina por la ventana, era diciembre y en Zacatlán siempre helaba. Justo ese día, 24 de diciembre, el ambiente del pueblo no solo era de frío confortable, sino de fiesta y alegría compartida; como cada año, la gente se preparaba para la última posada, cuya procesión llegaría por primera vez a la casa de Lolita.

-¿Y vamos a ir a comprar las bengalas y las velas?- preguntó la pequeña emocionada.

Rosa, se hincaba frente a ella para abrocharle el abrigo- si, y la tablita donde pondremos a la sagrada familia, ¿me vas a ayudar a adornarla?-

-Si, si,

Bueno, pues entonces vamos, ten, ponte la bufanda.

Ambas hermanas caminaron por la única calle pavimentada del pueblo que llegaba hasta el kiosco de ladrillo rojo, banquitas de herrería blanca y jardineras verdes coloreadas por nochebuenas rojas y amarillas. A lo lejos, los cerros y montañas que conformaban la sierra madre, enmarcando a Zacatlán con su majestuosa mezcla de verde y punta blanca.

Las casas estaban ya todas llenas de luces, por las ventanas podían verse los pesebres en miniatura esperando la llegada del niño dios bajo los arbustos que hacían las veces de árboles de navidad. Las mujeres preparaban el ponche, los buñuelos, los tamales y el atole, los niños y los jóvenes llenaban las piñatas de fruta comiendo un cacahuate y tejotes de vez en vez.

II

El cielo oscuro de la noche de Zacatlan entra poco a poco, desplaza celoso al cielo diurno, como si pidiera permiso para tomar su lugar, suave para no importunar las labores del día; con tiempo de sobra para que aparezcan, adornando ese cielo azul rey, los puntos brillantes de la noche.

La hora llegó, Lolita estaba ya frente a la larga fila de lugareños que se extendía por la calle principal, estaba tapizada de luces, eran las estrellas que también habían bajado, como las nubes. Mientras ella caminaba y recitaba de memoria los cánticos, no pudo evitar levantar el rostro para ver el brillo de las estrellas del cielo y contemplar a una en especial que brillaba con mayor intensidad que las otras. La estrella era tan grande que parecía estar muy cerca de ella, supo que con tan solo estirar las manos podría alcanzarla, al verla, Lolita no pudo pensar en otra cosa más que en agarrarla y meterla al bolsillo de su abrigo, cuando lo intentó, recordó que sus padres estaban a su lado y que toda esa gente tras de ella podían verla. –Mamá me regañará- pensó, así que guardó sus ganas de estirarse y tomarla.

Sin embargo, durante toda la noche, la niña no pudo dejar de observar tan brillante objeto, sabía que si subía a la azotea, aquel brillo sería para ella, aún así, no se atrevió ni siquiera a levantar sus pequeñas manitas cortas y regordetas.

III

Al año siguiente, Lolita y su familia tuvieron que irse del pueblo y emigrar a la ciudad

-No te preocupes, vamos a regresar, solo aquí las nubes bajan a la tierra para que puedas tocarlas- dijo Rosa con el afán de borrarle la cara de tristeza a la pequeña, la cual, solo pensó que quizá la próxima vez que el cielo estuviera abajo, también bajaría su estrella.

Los días, los meses, las estaciones y los años pasaron, hasta que un buen día, Lolita, ahora ya una mujer de 25 años, regresó a su pequeño pueblo. Todas las calles estaban pavimentadas, el kiosco era de concreto, no había jardineras ni banquitas alrededor y los cerros se habían convertido en un montón de masa café y gris, Zacatlán había perdido el toque pintoresco que tanto añoraba Lolita de su infancia.

Al caer la noche, recordó aquella historia que ya le había contado al primero de sus hijos, el de su adorada estrella, así que subió a la azotea de su antigua casa y se recostó boca arriba. Vio con tristeza lo que ya temía: no encontró en el firmamento la estrella tan brillante de ese lejano 24 de diciembre. Una expresión de desilusión la tomó por sorpresa. Fue entonces cuando pensó que aquel astro tan luminoso seguramente estaría en el bolsillo del abrigo de una niña más valiente que sí se atrevió a estirar las manos y la tomó cuando ella se fue…

Lolita esbozó una sonrisa.




Para Olimpia Dolores Galindo donde se encuentre.... por contarme esta historia antes de irse




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