Tina y la levedad de la existencia

Cansada de los recurrentes dolores estomacales, Tina despertó un dia decidida a ya no sentir más, así que puso bolsas de agua fría en su vientre para sacar el revoloteo de las mariposas, guardó la tinta y el papel para evitar la tentación de analizar los colores en su pecho y pinchó con agujas ambos brazos para cerciorarse de su recien adquirida insensibilidad.
Paulatinamente, los gritos estomacales cesaron, las mariposas comenzaron a morir, ya no había tinta en sus dedos y sus brazos dejaron de secretrar aquel líquido con olor a flores. Por fin, y después de varios intentos por conciliar a los dos hemisferios de su cerebro, Tina dejó de hacer eso que por tantos años había logrado a la perfección y lo único que la salvaba de la levedad de la existencia. Entonces, salió a vivir.