Mecanismos de tortura. Parte III

Honra a algún humano de varias cualidades, hazlo responsable, atento, cortés, amoroso. Concédele varias virtudes, y no las repartas entre todos, se selectivo.
Asegúrate de darle un don, el que sea; dótalo de un buen oído musical, de una destreza en el lenguaje o en las relaciones humanas. Quizá una gran imaginación o una gran pluma. Este don tendrá que ser tan notorio que más de uno se lo hagan saber.
Ahora, niégale la capacidad de decisión, colócalo entratégicamente en un lugar que lo haga palidecer, que lo consuma, que lo canse, que lo aburra, ofrécele una cómoda rutina que no pueda dejar.
Esto hará que poco a poco deje de creer en sí mismo. Su autoestima disminuirá de tal modo que creerá que es incapaz de hacer otra cosa fuera de su rutina. Sumérgelo en un ambiente propicio al estancamiento, es muy probable que no salga de él.
Su tortura radicará en que, aún sabiendo sus cualidades, no pueda creer en ellas, que las sienta irreales.
Querrá, invariablemente aceptación, y obtendrá en los mínimos elogios de los otros, una mediocre razón para no hacer aquello para lo que fue hecho.
No necesitará llegar a la edad adulta para olvidar y desviarse de la razón de su existencia.
Ver también: Sobre mecanismos de tortura. Parte II
Sobre mecanismos de tortura. Parte I